En cualquier otro deporte uno se aficiona porque se le da bien, es habilidoso y los resultados son casi siempre buenos. En golf es todo lo contrario.
De veinte días malos, llega uno brillante y eso precisamente es lo que logra “engancharte” al golf, un deporte único. Lo que lo hace tan fascinante y atractivo es su continua humillación. Un auténtico reto contra uno mismo.
Jugar al golf ha sido, es y será siempre una experiencia atlética e intelectual. En lo atlético podemos considerar, como llaman los expertos, todas las variables funcionales básicas que un deportista debe contemplar a la hora de prepararse para la competencia, cualquiera sea su disciplina. Mientras que, en lo intelectual, es preciso identificar el sentido trascendente que hace del golf un deporte lleno de virtudes, retos y paradojas.

Caminas, te esfuerzas, compartes conversación, reflexionas, dialogas. El golf te obliga a centrarte en el presente, aquí y ahora. Esa concentración y disciplina que exige el golf, se extiende de forma natural a la familia, al trabajo, a tu relación con los demás.
El juego puede ser sencillamente diabólico: lo peor puede ocurrir siempre y la autocomplacencia es severamente castigada…las peores calamidades les ocurren hasta a los mejores jugadores del planeta.
No pensar en el resultado durante el partido. Concentrarse en que la bola vuela y sigue volando hasta parar cerca de la bandera y el putt entra. Vivir el momento presente sin adelantar acontecimientos.
La paradoja es que cada día son más los adeptos fieles y comprometidos con este deporte. La osadía, la creatividad, la aventura, y el reto mismo.
La próxima vez que vayas a un campo de golf aprovecha para mejorar tu juego y tu bienestar emocional, poniendo el móvil en silencio y disfrutando cada uno de los golpes a lo largo de los 18 hoyos.
Federación de golf de Madrid. Golf para todos.