“No tengo ninguna duda, Jon Rahm es una amenaza real para ganar un grande esta temporada”. Son palabras de Phil Mickelson, uno de los golfistas más importantes de todos los tiempos, ganador de cinco grandes. Su predicción resuena aún con más fuerza si tenemos en cuenta que el Masters de Augusta está a la vuelta de la esquina, a diez días vista.
“No tengo ninguna duda, Jon Rahm es una amenaza real para ganar un grande esta temporada”. Son palabras de Phil Mickelson, uno de los golfistas más importantes de todos los tiempos, ganador de cinco grandes. Su predicción resuena aún con más fuerza si tenemos en cuenta que el Masters de Augusta está a la vuelta de la esquina, a diez días vista.
También Mickelson aseguró que Rahm no sólo iba a ser uno de los mejores jugadores del mundo, sino que ya lo era. Aquello fue en enero, hace tres meses, justo después de ganar el Farmers Insurance Open del PGA Tour y antes de asombrar al mundo en el WGC México Championship y en el WGC Dell Match Play.
Rahm está en el ojo del huracán. Steve DiMeglio, periodista del USA Today y uno de los especialistas de golf más reputados de Estados Unidos, no ha dudado en calificarlo como lo próximo más importante que le va a pasar al golf mundial. Son palabras mayores. Sus récords y registros lo están colocando de manera natural junto a nombres como Tiger Woods, Rory McIlroy, Jack Nicklaus o Jordan Spieth. Y su carrera no ha hecho más que empezar con sólo 22 años y apenas nueve meses como profesional.
La pregunta del millón es cómo puede afectar esta montaña de alabanzas y expectativas en Jon. Cómo será capaz de digerir tanta azúcar siendo tan joven. Evidentemente, nadie lo sabe, pero las pistas que va dejando el golfista de Barrika no pueden ser más positivas.
Por ejemplo, tanto su entorno familiar como su equipo de trabajo son muy buenos. Jon es un jugador que sueña en grande con los pies en el suelo. Alguno pensará que son conceptos paradójicos, pero no es así. Rahm no le pone vallas al campo de su ambición, aunque al mismo tiempo es consciente de que lograr todo lo que cocina su cabeza es muy complicado.
Que Jon es ya uno de los mejores jugadores del mundo no lo discute nadie. Y no hablamos de analistas más o menos preparados, aficionados, expertos o entrenadores, lo dicen a boca llena sus propios compañeros. Esta misma semana, Bill Haas aseguraba que “a cualquiera de nosotros que le preguntes te dirá que Jon es uno de los cinco o diez mejores jugadores del mundo en estos momentos”, sentencia.
Aquí es cuando volvemos a la pregunta anterior: ¿podrá asimilar tanta alabanza? Todo indica a que está preparado para hacerlo. Dicen que el halago debilita, pero Rahm lo ve de otro modo. Hace unos días comentaba: “si hay tanta gente que piensa tantas cosas buenas de mí, que cree que puedo llegar muy alto y que soy capaz de conseguir grandes cosas, por qué lo voy a poner yo en duda. Todo eso lo único que hace es proporcionarme más confianza en mí mismo, me permite creer aún más en mis posibilidades”, señala.
Rahm no tiene miedo a las expectativas porque no tiene miedo al fracaso. Quiere ser uno de los mejores de la historia y si no lo consigue no va a caer en ninguna depresión, al revés, se sentirá orgulloso de que lo intentó con todo lo que tenía a su alcance. Mentalmente es muy fuerte, pero no sólo es un talento innato. Es fruto del trabajo. “Mis expectativas suelen ser altas, pero cuando llego a un torneo me olvido de todo. Estoy aquí para jugar al golf, día a día, golpe a golpe. Como he dicho muchas veces, juego para ganar. Compito para ganar. Y tengo una mentalidad ganadora. Hago mucho trabajo mental antes de los torneos, pero cuando llego a la competición me centro sólo en lo que tengo que hacer: mis rutinas, mi desayuno, el calentamiento, pegar bolas y pensar sólo en el golpe que tengo por delante”, asegura.
Quién sabe cómo será capaz de digerir Rahm todo lo bueno que le está pasando, pero la realidad es que oyéndole y viendo su entorno, no se puede decir otra cosa distinta a que tiene muy buena pinta.
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