Nadie dijo que esto fuera a ser fácil. De hecho, el equipo americano tiene casi la obligación de ganar esta edición de la Ryder Cup después de tres ediciones perdidas. Su público así se lo reclama y el interés por la competición bienal que enfrenta a los dos contenientes puede resentirse si la copa de Samuel Ryder permanece dos años más en la Vieja Europa.

Por lo pronto los estadounidenses quieren convertir Hazeltine en un infierno en el que el rojo de las gradas asemeja las llamas en las que pretenden derretir las fuerzas de los visitantes. Más aún, el rojo de los uniformes locales con la inscripción “USA” escrita longitudinalmente en la espalda de los jugadores, como si fuera ese espíritu el que vertebra al equipo, choca frontalmente con el anodino vestuario de los actuales campeones. Gris como el resultado de los foursomes matinales.

No se ganó ningún partido en la mañana. Cuatro puntos en juego y los cuatro subieron al marcador local. El partido inaugural, el que enfrentaba a Jordan Spieth y Patrick Reed con Hernik Stenson y Justin Rose, se saldaba con un resultado de 3&2 en un partido en el que los europeos solo ganaron un hoyo. Más disputado estuvo el choque que Phil Mickelson y Rickie Fowler ganaron por un punto frente a Rory McIlroy y Andy Sullivan.
El resultado más abultado de la mañana fue el 4&2 que Jimmy Walker y Zach Johnson sacaron de su partido frente a Sergio García y Martin Kaymer. Por último, y para cerrar la mañana, el cuarto punto llegaba de la mano de Dustin Johnson y Matt Kuchar, quienes supieron aprovechar las oportunidades que les mostraron Lee Westwood y Thomas Pieters, que solo ganaron un hoyo.