El golf es donde todos, buenos y menos buenos, caen. Al golf hay que darle mucho y pasar por el aro constantemente. Lo verdaderamente importante es aprender a jugar en la incomodidad y el desencanto para hacer pocos golpes. Tocándola mal, fallando y sabiendo que seguirás fallando porque ese no es tu día.
Puede ser un juego aéreo, ligero, relajado, exuberante, divertido, en soledad o acompañado y siempre generoso en emoción. Pero también puede ser un juego ingrato si no le das un mínimo de actitud. El golf castiga y ridiculiza de tal manera que la actitud sufre auténticos descalabros.
Es fácil sucumbir a las primeras de cambio por desdén. Lo más doloroso para el que falla es saber que podía no fallar el swing y el drama se repite: campos llenos de jugadores serios, abrumados por su incompetencia y tan cerca de la gloria…bastan dos bolas tocadas en la yema para sentir la emoción del golf, llegándose al enganche por puro placer.
“Mi padre me enseñó a perder, lo que probablemente es más importante que aprender a ganar” Arnold Palmer

Cuando se falla un golpe, no es malo enfadarse y exteriorizarlo, siempre y cuando lleguemos calmados y concentrados al siguiente golpe. Si no es así, probablemente volvamos a fallar, encadenando enfado tras enfado...
Cuando te enfades, acuérdate de lo malo que eres y que para ser bueno de verdad o se empieza de niño o se vuelve al putting green.
...si aprendes a perder, acabarás ganando.