El golf es una fuente inagotable de alegría, energía, emociones profundas, un camino hacia el bienestar. Mientras lo practicamos, los problemas se paralizan, se difuminan, no existen durante ese rato y nos centramos en la bola y en el siguiente golpe. 

Cuando estás contento y en paz contigo mismo, el sistema inmunitario, las relaciones sociales y la autoestima mejoran notablemente. Y la dopamina, o la “hormona de la felicidad", se dispara.

La dopamina, nos impulsa a ser competitivos, a crear ese sentido de defensa ante algún peligro y a motivarnos a cumplir alguna meta personal. Influye en nuestro estado de ánimo, nuestro comportamiento y es esencial para regular nuestro metabolismo. Se trata de un neurotransmisor liberado por el hipotálamo que influye directamente en el comportamiento, la actividad motora y la motivación. Esta hormona se encarga también de la regulación del humor, del placer, de la atención y del aprendizaje.

Practicar un deporte y en particular el golf, multiplica la sensación de positividad ya que se practica en el mejor lugar del mundo; los campos de golf. Imagina una oficina sin paredes, sin puertas, sin cables, sin techos, donde la vista se pierde en el horizonte. Rodeados de verde, árboles, patos, abubillas, flores, alguna ardilla despistada, bajo el cielo azul y una brisa suave para aclarar las ideas. 

El golf es un revulsivo contra la tristeza, un aliciente contra la melancolía. Y jugando al golf todo son efectos ventajosos; bienestar físico, psíquico y social.