A la primera, el Open de España se llenó. Una arrolladora corriente de expectación, bien palpable desde primera hora de la mañana, abarrotó los cuatro costados del Centro Nacional, una trepidante mezcla de interés, curiosidad, ilusiones y deseos que convirtió al público en el primer líder de la competición.
A la primera, el Open de España se llenó. Una arrolladora corriente de expectación, bien palpable desde primera hora de la mañana, abarrotó los cuatro costados del Centro Nacional, una trepidante mezcla de interés, curiosidad, ilusiones y deseos que convirtió al público en el primer líder de la competición.
Nunca hasta ahora en la historia de un torneo profesional de golf celebrado en nuestro país se había registrado una afluencia de personas tan numerosa durante una primera jornada, miles de aficionados ávidos por presenciar un espectáculo que los jugadores, de forma generosa, ofrecieron por su parte a manos llenas.
Los espectadores que acudieron a presenciar la jornada ronda del Open de España encontraron lo que buscaban, estableciendo una vibrante conexión que convirtió al deporte del golf en espectáculo de masas, reclamando a base de datos fehacientes el espacio que realmente merece dentro de nuestro país.
El torrente de ilusión se plasmó en tees de salida, calles y greenes delimitados por un cordón humano que jaleó con agrado todas y cada una de las acciones de los verdaderos protagonistas de una primera vuelta donde el espectáculo surgió a borbotones.
Bien es cierto que Marc Warren acaparó por la mañana buena parte de los focos con una sólida y brillante actuación resumida en 66 golpes, con cinco birdies en los últimos siete hoyos que le catapultaron desde el anonimato de la parte media de la tabla a lo más alto de la clasificación.
Y también es cierto que por la tarde el irlandés Paul Dunne acertó a repetir tan excelsa actuación, en condiciones meteorológicas más complicadas, para compartir liderato, en su caso mediante una vuelta mermada por un solo bogey y adornada por un eagle en el último hoyo.
No obstante, sus respectivos y destacados rendimientos se vieron eclipsados por la presencia de un público ardiente y apasionado con los jugadores españoles.
Jon Rahm y Rafael Cabrera-Bello, compañeros en un partido que asimismo compartió el inglés Andrew Johnston, vigente campeón, se vieron sorprendidos a las nueve de la mañana por un aluvión de personas que no se perdieron ni un solo detalle de sus apasionantes acciones.
El canario, sólido con el driver y los hierros, pero carente de acierto con el putt para completar su vuelta con 73 golpes, cedió el protagonismo a Jon Rahm, que reeditó una de esas actuaciones que le ha convertido, por su machacona eficacia, en uno de los mejores jugadores del mundo a velocidad de vértigo.
Un primer birdie en su cuarto hoyo -salió por el tee del 10- y un inoportuno bogey en el par 3 del 17 dio paso a un sensacional eagle en el hoyo 18 que despertó todo tipo de sensaciones.
El público, enfervorecido por la acción, siguió acompañando con apasionada fidelidad al golfista vasco en una segunda vuelta en la que rubricó otros tres nuevos birdies para situarse segundo y mantener intacta esa valiente declaración de intenciones manifestada antes de acudir al Centro Nacional: “vengo a ganar”.
Con menos grandilocuencia, de forma en apariencia más tímida pero en la práctica igual de efectiva, otro español, Víctor Pastor, para más inri amateur, igualó en rendimiento a su ídolo Rahm con un inicio impactante, golpe de salida desde el tee del 10 a la calle del 16 antes de recuperar de forma maravillosa y anotar eagle en su tarjeta.
Integrante del equipo que ganó la medalla de oro en el último Europeo Absoluto, el joven cordobés acarició incluso la posibilidad de situarse líder con 6 bajo par, si bien un inesperado bogey en el último hoyo cercenó una situación gloriosa en el marco de una actuación más que sobresaliente.
Pedro Oriol, Nacho Elvira, Sebastián García, Adrián Otaegui…, la nómina de españoles a la zaga, con muy buenos resultados en su ronda inicial, forma asimismo parte del relato de una jornada histórica, donde el golf reclamó su sitio como espectáculo de masas, esos miles de aficionados que tienen sobrados motivos para seguir acudiendo al Centro Nacional durante las tres próximas jornadas para presenciar un ardiente espectáculo bien palpable por los cuatro costados.
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